Pedro Miguel Obligado,   Argentina, 1892


¿Nada más?

¿Nada más que tu amable disciplina merezco,
y el cariño oportuno que dices que me das,
y sonrisas piadosas para el mal que padezco?
¿Nada más, nada más?...

Yo sé que no te he dado sino un alma sincera,
y un amor que no buscas y que no buscarás,
y los días opacos de una vida cualquiera.
Nada más, nada más...

Tal vez como un sonido que se pierde en la altura,
vagamente en ti misma, mi ensueño sentirás;
y será mi recuerdo, delicada amargura.
Nada más, nada más...

Pero cuesta volverla juiciosa, a la esperanza,
mostrarle que su ensueño querido está de más,
y sólo es una sombra que sobre el suelo danza.
Nada más, nada más...


 
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