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Rafaela Chacón Nardi, Cuba, 1926
A mis huesos
Dislocados, sin rumbo ni destino,
rotos de acá hasta allí, de sur a norte,
dejando el cuerpo inútil –sin soporte–
negándome el andar y hasta el camino.
Así vino a mis huesos, así vino
este ser y no ser cruz o resorte,
esta inmovilidad, este mal porte,
este confiar en yesos y platino.
Solícita la muerte, vigilante,
anduvo tras de mi hasta mi caída.
Me acompañó –solícita y amante–
En los amargos días y en la calma
del Hospital... Mas regresé a la vida
con terquedad de sol o agreste palma.
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