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Rafael de León, España, 1908
Encuentro
Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol, delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera,
y en mi cintura, lazo y serpentina.
Me diste la blandura de tu cera,
y yo te di la sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.
Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente....
Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.
Pensamiento
Bebiéndome la dulce primavera
me sorprendió la tarde junto al río
y pude contemplar a mi albedrío
el idilio del agua y la palmera.
Me zambullí desnudo en la pecera
buscando un corazón igual que el mío,
y no encontré ni un faro ni un navío
que me hiciera señales de bandera.
La noche iba saltando por la orilla
y puso en mi cabeza despeinada
el filo verde-azul de su cuchilla.
Mas cuando ya se ahogaba mi fortuna,
quiso el viento mandarle a mi jugada
el blanco salvavidas de la luna.
Mazazo
Sonó la palabra "dinero"
y todo lo echaste a rodar
y en vez de decirte: "Te quiero",
te dije: -¿Qué quieres cobrar?-
Y me valoraste las rosas,
poniéndole precio al jardín
y fueron tomando las cosas
un tono metálico y ruin.
Y aunque esta verdad me traspasa,
prefiero saber la verdad:
que al mes, pago luz, pago casa
y pago la felicidad.
Los tres puñales
He comprado tres puñales
para que me des la muerte...
El primero, indiferencia,
sonrisa que va y que viene
y que se adentra en la carne
como una rosa de nieve.
El segundo, de traición;
mi espalda ya lo presiente,
dejando sin primavera
un árbol de venas verdes.
Y el último acero frío,
por si valentía tienes
y me dejas, cara a cara,
amor, de cuerpo presente.
He comprado tres puñales
para que me des la muerte...
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