Rafael María de Mendive,   Cuba, 1821


La indiferente

¿Dónde la flor de tu esperanza es ida,
Pálida virgen que enlutada lloras;
Dónde la hermosa luz de las auroras
Que alumbraron la senda de tu vida?

¿Por qué a la nave del silencio asida,
Ni amor te inflama, ni consuelo imploras,
Y en las sombras del tiempo aterradoras,
La imagen ves de tu ilusión perdida?

Si aún tienes corazón, espera, y lucha
Por derrocar el tenebroso imperio
De la duda que oprime tu existencia:

Mas si no late por tu mal, escucha:
–A gemir en perpetuo cautiverio,
Te condena tu propia indiferencia.


Último canto

Ni temo el odio, ni el desdén me irrita,
ni late el corazón, ni el alma inquieta
con la imagen de un lauro de poeta
goza feliz; ni férvida palpita.

El fuego de la gloria no me agita,
ni está mi vida a la ambición sujeta;
mi más bella ilusión es cual saeta,
mi esperanza mejor es flor marchita.

Versos... delirios... lágrimas... anhelo...
nubes y nieblas son en mar sombrío;
ni espero bien, ni de mi amor me duelo;

sus alas pliega el pensamiento mío,
y fijando los ojos en el cielo
tan sólo en Dios y en su bondad confío.


Tu imagen

De palmas y de estrellas coronada,
de flores y de céfiros vestida,
entre el cielo y la tierra confundida
tu boca es miel y es gloria tu mirada.

De Dios imagen para mí formada
eres ángel de mi alma, y de mi vida,
blanca perla de un lirio desprendida,
pluma suave de un cisne en la cascada.

Como rayo de sol en agua pura,
o en cielo azul estrella que enamora
mi espíritu se goza en tu ternura;

me cubro con tu sombra bienhechora,
tus huellas sigo, admiro tu hermosura
y en dulce paz mi corazón te adora...!


 
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