Rafael Merida Cruzlascano,   Guatemala, 1938


El calor del mundo

La noche fúnebre, ocultando al día
que amenizaba, con llanto sin olor,
dejó marca en la blanca losa fría.

¡Oh muerte! Dime ¿Por qué yerto dolor
cuando se acerca al alma desvaría,
y le quita al mundo todo su calor?

¿Intenta acaso, la noche sombría,
penetrar al bosque desconocido
para cambiar lo que nunca varía?
¡Morir es vivir el tiempo perdido!


Te quiero

¿Qué cuánto te quise? quién sabe: ¡llora!
si ese alivio tu decepción mitiga,
es la incógnita que siempre hostiga
a nuestro corazón, a cada hora.

¿Qué tu me quieres? no lo sé: se ignora
qué palpita en tu universal fatiga,
himnodas con espinas cada espiga
cambias el amargo a la Hierbamora.

El recuerdo sonroja mis mejillas
tratando de ser honesto y sincero
al encontrar excelsas maravillas.

En el tribunal de Dios, el primero
con las palabras más sencillas
no engaño al corazón, ¡pues te quiero!


 
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