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Rafael Pombo, Colombia, 1833
La memoria
Oh perfecto presente del pasado,
vida de tanto amado ausente y muerto,
que poblando aquel fúnebre desierto
burlas del tiempo el hierro despiadado!
En mi hoy, más prosaico y desolado
que el muerto ayer, me ofreces más de un puerto
do a buscar vuelvo en mi soñar despierto
un asilo poético y sagrado:
un temple a cuya entrada unjo con llanto
el corazón, y en otro mundo, el eco
de inolvidables voces, oro y canto.
¿Será tal fruición juego, embeleso
y no fiel prenda, misterioso rito,
aurora boreal de lo infinito?
De noche
No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!...
Silencio! Unas no son, otras me niegan.
Los gajos del pomar ya no doblegan
para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.
Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche
son ceguedad. ¡Feliz el que consulta
oráculos más altos que su dueño!
Es la Vejez viajera de la noche;
y al paso que la tierra se le oculta,
abrese amigo a su mirada el cielo.
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