Ramón de Garcíasol,   España, 1913


Del amor de cada día

Es posible que se haya dicho todo
y que hayamos nacido tal vez tarde.
Mas esta gloria que en mis venas arde,
nadie –¡nadie!– la vive de este modo.

Todo es posible. Todo ha sido en nombre:
todo. Pero este beso tuyo y mío,
esta luz, esta flor, este rocío,
son nuestros nada más, mujer y hombre.

Mujer y hombre únicos, primeros,
–tú y yo, yo y tú– con nombres y apellidos
que no se han de dar más en criatura.

Empezamos la Historia, verdaderos
primer hombre y mujer reconocidos,
proclamando el amor y su aventura.


Nadie me cantará...

Nadie me cantará como te canto,
madre, con una llama que se enciende
en ti y en mi termina. Nadie entiende
la sangre de su fin y de mi llanto.

Yo no tengo semilla que me cante
en hijos de consuelo, salvadores,
por el tiempo y los hombres, labradores
que vuelvan a sembrar para adelante

la vida en criatura, y aún en pena,
pasajera, que luego se enardece
en la flor sin memoria ni condena

de la santa alegría. Aquí se apaga
el agua que se agota en sí, perece
sin salir a la mar que la propaga.


 
A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z

Página Principal       Spanish Poetry