Raúl Gustavo Aguirre,   Argentina, 1927


El milagro

Porque si llega, cuando llegue,
llegará como es:
fácil, claro, sencillo,
sin grandes resplandores,
sin que la tierra tiemble,
sin que el cielo se nuble.
Será suave y fraterno
con su mano en tu hombro.

No habrá cambiado casi nada:
sólo tu corazón.


Eres, ahora eres...

Eres, ahora eres, nostalgia de lo ido,
ausencia de la ausencia, olvido del olvido.
Te busco en otros seres: eres, ahora eres,
aquello que no eres.

¿Te he de encontrar un día? No hay día por delante.
Sólo esta noche, con el agravante
de la continuidad en la pregunta.

Estamos atrapados. La eternidad se agota.
La recta infinitud está doblada y rota.
Eres, ahora eres, toda la nada junta.


Y uno les ruega...

Y uno les ruega a las palabras
que no se porten mal, que no levanten
su reja ante nosotros. Uno les ruega
que nada digan si no pueden
más que decir, decir, ruido y miseria
queriendo hablar lo que no importa,
lo que ya se torció, lo que está frío,
y roto, y negramente terminado
tan sólo porque un día Adán habló.
¿Se puede? Uno quisiera entrar, quedarse
en el silencio de antes, para siempre.
Y sangrar sin adornos.


Yo

Yo reúno tus rostros tus gestos tus palabras
vivo de tus imágenes como el agua del cielo
yo te devuelvo al sol a las glicinas
al reino tuyo a tu calor
yo te desato de la noche que te olvida
te devuelvo a los días más bellos de la tierra
esta tierra que quiere ser parecida a ti

y que te necesita para maravillarme.


 
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