|  |  | Raúl Leiva,   Guatemala, 1916
 
 
 Arder es tu destino
 
 Cuerpo moreno el tuyo, repujado,
 Donde late el misterio de lo eterno:
 De sus oleajes salgo renovado.
 
 Qué candor estallando por lo tierno
 De su gimiente seno constelado
 Donde la sed adolorida externo.
 
 Tu cabellera, amor, su sombra larga
 Era oscura bandera que caía
 Sobre mi frente con su dulce carga.
 
 Una atmósfera rara descendía:
 Perfume y luz y música que embarga
 La esencia es la fértil poesía.
 
 Porque tu amor, querida, es una huella
 Que hasta en el corazón dejó su herida;
 Herida que yo adoro, porque es ella.
 
 La que mi sueño puebla, no perdida
 La lumbre alucinada de tu estrella,
 Sino estallante en medio de la vida.
 
 Mi sangre de tu ritmo está impregnada
 Y eres el aire que mejor respiro:
 Cuando no estás, la realidad es nada.
 
 Vacío, desazón , si no te miro
 El mundo es una rosa deshojada
 Niebla marga y desierto en que deliro.
 
 En cambio, tu figura me electriza:
 La fuerza, el sentimiento que en ti emana
 Abre todo minuto y lo eterniza.
 
 El pensamiento a su contacto mana
 Desnuda inteligencia en donde se iza
 Este fuego voraz que nos hermana.
 
 Porque tu cuerpo, amor, es una lumbre
 Que a mi ceniza la tornó diamante:
 Arder es su destino y su costumbre.
 
 A tu lado lo eterno es un instante,
 Un chispazo de luz sin mansedunbre,
 Fugitiva presencia avasallante.
 
 ¡En tí la soledad es muchedumbre!
 
 
 
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