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Raúl Jaimes Freyre, Bolivia, 1886
La celda
Hay una Dolorosa que une las manos puras;
una agria calavera de enigmática mueca;
una ojival ventana que en limitar se obceca
el abrupto paisaje de perennes alturas.
Un flagelo que sabe de piadosas torturas
y en celestes abrojos las tentaciones trueca;
una vieja clepsidra –dijerase una rueca
en donde hila la hermana muerte vidas futuras–.
Y una escultura, en fin de Cristo en el madero,
símbolo del amor que tortura y redime,
y separa la existencia: vía, verdad y luz.
El espíritu tiende a la ciencia sublime,
la voluntad persigue el divino sendero,
mas el cuerpo se extingue clavado en una cruz.
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