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Rei Berroa, Dominicana
Jardín prohibido
Esta mano conoce.
Lleva en la memoria
la piel de un aire
que beso quiso ser.
Se sonroja esa cara.
Deseó vivamente caricias,
soplos olvidados, tal vez,
¿en qué surcos del tiempo?
Se mueve esta palma sobre el mar.
Apenas fue el tacto
de ese brazo a la palabra
y al ojo buscó por la rodilla.
Ahí termina ese muslo.
Más adentro hay canciones,
ríos en donde moja la alegría
sus raíces de cristal, a veces hojas.
Este hombre no se queda.
De lo alto viene al libro,
pintando estos desnudos
con la sangre en la cabeza.
Aún es temprano en ese cuerpo
y sus pétalos le son prohibidos
a esta edad de labio y levadura.
Como las rosas.
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