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Renée Ferrer de Arréllaga, Paraguay, 1944
Agua
Nubes, helechos rumorosos, piedras,
mi cuerpo anticipándose a los goces
en la colcha mullida de la hiedra;
la siesta me sazona con sus roces
y un tumulto de pájaros rehúye
el vasto territorio del desvelo;
extrañamente de mis dedos fluye
un manantial que sorbe el desconsuelo.
Mis piernas, los anhelos, mis caderas
en torrentes se fueron escurriendo;
era absurdo que tú los detuvieras
apenas desatados y muriendo.
Yo bien sé que me pierdo en lechos de agua
sin vislumbrar la lumbre de tu fragua.
Insomnio
Del vasto territorio del insomnio,
de su ilímite páramo de sombra,
traigo hilachas de ausencia entre los labios,
una huella que me hurta y que te nombra.
¿Qué distancias de fiebre y desvarío
por las estribaciones de la aurora
recorro suplicante, pierdo, ansío
destejiendo la trama de las horas?
Cuando estoy por tocarte es ya un vacío
la llama de tu voz. Como las hojas
de un vendaval atónito y tardío
tu fantasma mi sueño desaloja.
Me sorprende el lucero soberano
creando tu caricia con mis manos.
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