Ricardo Miró,   Panamá, 1883


Vespertina

Las tardes son iguales hace treinta y seis años:
el mismo sol cansado de tanto caminar
por los cielos profundos y los mismos rebaños
de nubes sonrosadas viajando sobre el mar.

Hay tardes nebulosas, húmedas y otoñales;
hay tardes encendidas que inspiran sólo el bien;
pero treinta y seis años hace que son iguales.
Yo, que las amo tanto, ¡lo recuerdo tan bien...!

En cada tarde hay una femenina ternura
de paloma, de garza, de manantial, de flor,
donde toda alegría se hace serena y pura,
donde se santifica todo humano dolor.

Pero esta tarde tiene una melancolía
tan honda, tan callada, tan sincera, tan cruel,
tan acremente amarga que hasta se pensaría
que alguien volcó en los cielos una copa de hiel.


La Ultima Gaviota

Como una franja temblorosa, rota
del manto de la tarde, en raudo vuelo
se esfuma la bandada por el cielo
buscando, acaso, una ribera ignata.

Detrás, muy lejos, sigue una gaviota
que con creciente y pertinaz anhelo
va de la soledad rasgando el velo
por alcanzar la banda ya remota.

De la tarde surgió la casta estrella,
y halló siempre volando a la olvidada,
de la rauda patrulla tras la huella.

Historia de mi vida compendiada,
porque yo soy, cual la gaviota aquella,
ave dejada atrás por la bandada.


 
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