Ricardo Nieto,   Colombia, 1879


Sueño de la vida

A través de los campos otoñales
regresan ella y él: alta y fornida,
es una rosa que nació escondida
a la sombra de salvias y trigales.

El contempla sus formas virginales,
y al mirarla a su lado enrojecida
como un rojo clavel siente la vida
que corre por sus venas a raudales.

Como turba de pájaros traviesos
que dejase al salir rosadas huellas,
de las bocas escápanse los besos;

y como recompensa a sus fatigas,
arriba, en el azul, brotan estrellas,
abajo, en el trigal, brotan espigas...


Paz

Señor, dame la paz, la paz que miro
Esta tarde otoñal en mi ventana,
mientras se tiñe la extensión lejana
con la diáfana sangre de un zafiro.

A esta dulce quietud es cuanto aspiro:
ser el árbol que nace en la sabana
y no sabe por qué; que cae mañana
y no tiene en sus hojas ni un suspiro.

Señor! pón en mi espíritu la suave
serenidad de la naturaleza
que de la duda y el dolor no sabe...

señor! ya nada quiero, nada ansío,
y sólo pido a tu gentil largueza
que me transformes en rosal o en río.


 
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