Ricardo Peña Barrenechea,   Perú, 1896


Es un cristal tu cuerpo

Es un cristal tu cuerpo y su hermosura,
en soledad mi alma la enamora.
Cuando más fría está, vibra más pura,
que si la toca el aire se evapora.

Herida en su tristeza el alma vuela
buscando la apariencia de otra fuente.
El silbo de la luz, la luz que anhela
para la oscura noche en que se miente.

Mas torna a tu presencia, mira el oro
que en sándalo transforma tus cabellos;
la gracia de harpa de tu fino lloro,

la púrpura amorosa que se vierte.
Y disuélvese mi alma en mil destellos
sobre la noche de tu dulce muerte.


En el jardín del cielo

En el jardín del cielo está tu nombre
como el malva de luz de la mañana.
En el jardín del cielo, un ángel niño
jugando está con tu sonrisa, hermana.

Déjame que te llame, que me asombre
de verte aquí con tu delirio grana.
Blanco, como la luna de tu nombre
como el marfil de luz de la mañana.

Oh dulce niña, que del cielo vienes
a escrutar el dolor de tus hermanos,
y te deshojas en rosal y nieves,

en manantial de música divina.
Celeste coro de ángeles enanos
en torno de tu alma matutina.


 
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