Roberto Cabral Del Hoyo,   México, 1913


No es contigo

No es contigo, Señor, que con los brazos
inmóviles, abiertos, nos esperas;
a lo largo de playas y riberas
auxilias negligencias y rechazos.

Tú eres todo blandura de regazos
no importa para quien, y aún a las fieras
moribundas les brindas madrigueras,
tus vísceras abiertas a zarpazos.

¡Cómo vas a ser Tú! Si sólo sabes
de perdón; si quien sufre tiene llaves
para entrarse a dormir en tu costado.

No es contigo, Señor, no, no es contigo!
El pecador encuentra su castigo
en la ergástula misma del pecado.


Mientras enamorado

Mientras enamorado me recreo
en el milagro de la dulce vida,
cantan otros su muerte apetecida,
juguetes del temor y del deseo.

Nadie responde a su cantar. Los veo
rondar la nube donde Dios anida,
y me conduelo del afán suicida
con que persiguen lo que yo poseo.

Pienso que, tras del biombo de la muerte
en vano creen, por merecida suerte,
hallarlo en los desiertos de la luna.

Porque el ciego y el sordo y el tullido
–¡amor les diera pies, ojos, oído!–
no lo van a encontrar en parte alguna.


 
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