Roberto Fernández Retamar,   Cuba, 1930


Llama guardada

Cómo podía él saber que su poema,
encontrado una noche blanca de vago andar,
en un país distante que ella aún no conocía,
era en los ojos de ella que se haría realidad.

Recuerda que buscaba esa noche a alguien o algo,
recuerda la avenida de su lento paseo,
y recuerda la vuelta a la alcoba vacía,
y después las palabras como un amargo espejo.

Solitario él, perdido, esperaba anhelante
en vano una respuesta de aquella noche blanca.
Y los dos ignoraban que entonces lejos, cerca,
para él ella cuidaba su honda llama guardada.


 
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