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Rolando Camozzi Barrios, Argentina, 1932
Van marcados mis huesos...
Van marcados mis huesos por colmillos
como de leopardo. Dolorida
numeración de pasos y caminos
con astilladas cifras de mis días.
Descoyuntados huesos minerales
tejidos de nostalgia y de senderos,
contractura de cosmos y paisaje
ardiendo en los tobillos y los tuétanos.
Despojados de carne y de tendones,
aseados y limpios en la víspera,
quebrantados alegres en su hora;
fosforescentes huesos en mi noche
de disgregada muerte. Presentida
pequeña eternidad desde mi sombra.
En mis huesos...
En mis huesos está mi trayectoria
persistida de tiempo. Recatada
condensación de vida dolorosa,
hierro de rojos días en la fragua.
Entretejidos huesos de quebranto
de tierra calcinada, nervaduras
perdurables. Urdimbre de sus manos
con fibras de mi llanto y de su música.
Tuétanos que el amor contagia en lava,
astillas que se clavan como un grito
y tibias que el dolor convierte en flautas,
Huesos netos, precisos y encendidos,
me yergo, avizorando la esperanza,
prosigo ardiendo el paso, peregrino.
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