Rosario de Acuña y Villanueva,   España, 1851


Casualidad

Soñé, y en la dormida inteligencia
Vi al humano, con ansia desmedida,
Buscando los principios de la vida
Y dudando a la vez de su existencia;

Vi al ocio revestido de prudencia,
Vi la igualdad tornarse fraticida,
Vi la diosa Razón entumecida
Y en el caos a Dios y a la conciencia.

Vi una raza luchando con la muerte,
A Europa envuelta en sangre y desgarrada,
Más lejos, sin girar, la tierra inerte;

Y aún de mi sueño aquel horrorizada,
Me despertó, con peregrina suerte,
De un loco que pasó la carcajada.


¡Igualdad!

¡Igualdad! ¡Casta virgen que aparece
Revestida de mágicos fulgores,
Y que ofrece a los hombres sus amores
Mientras el alma en la ilusión se mece!

Su vaga forma ante la vista crece,
Les invita a luchar por sus favores,
Y apenas se proclaman vencedores,
Cuando al irla a tocar, desaparece.

¡De Libertad y de Justicia hermana,
Su imperio tiene en la mansión divina
Y allí la encuentra la razón humana

Cuando al destino de su fin camina,
Que en este mundo de flaqueza vana
No se la ve jamás, se la adivina!


El otoño

Templa su fuego el sol bajo el nublado;
Las nieblas rompen sus tupidos velos,
Desciende la lluvia, y arroyuelos
De límpido cristal recoge el prado.

Pájaro amante, insecto enamorado,
Sienten, última vez, ardientes celos;
Marchan la golondrina y sus polluelos;
Se adorna el bosque de matiz dorado.

¡Ya está aquí! El mar levanta sus espumas
y acres perfumes a la tierra envía...
¿Quién no le ama? Entre rosadas brumas,

coronado de mirtos y laureles,
viene dando a las vides ambrosía,
vertiendo frutas, regalando mieles.


Las cumbres

Se sube y quedan valles y cañadas
En rincón apacible y escondido;
Se deja, abajo, la quietud del nido,
Se busca, arriba, abismos y emboscadas;

Al fin de penosísimas jornadas
Se llega, si el cansancio no ha vencido,
A ventisquero por el sol bruñido;
A rocas por el rayo quebrantadas.

También las almas de pasión henchidas,
Ascienden, en jornadas, a las cumbres
Del oro, del saber o de la gloria;

Muchas por el cansancio son vencidas;
Las que llegan ¡qué horribles pesadumbres
Tienen que compartir con la victoria!


Mi última confesión

El día terminó; la noche llega;
he sentido, he pensado y he llorado;
amé y odié, pero jamás ha dado
asilo el alma á la pasión que ciega.

La fé en el porvenir mi ser anega;
constante y rudamente he trabajado;
sufrí el dolor con ánimo esforzado
y sembré mucho, sin hacer la siega.

Gané el descanso en la región ignota
donde reina la paz del sueño inerte;
pero la luz que de la mente brota

y en ruta eterna sus destellos vierte
será encendida en estación remota.
¡Tendré otro día al terminar la muerte!


 
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