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Rubén C. Navarro, México, 1894
Torre de marfil
Perdí tu amor y tu belleza,
pasó el encanto juvenil,
¡y me quedé con mi tristeza
en esta Torre de Marfil...
Guardan el puente dos leones
desde su altivo pedestal
y la portada seis dragones
y una serpiente colosal...
Con la templanza de los viejos
monjes ascetas, vivo lejos
de lo mundano y de lo vil,
sin más insignia de nobleza,
que mi bandera de Tristeza,
sobre mi Torre de Marfil...
Resignación
¡Oh, señor, nada inquiero!...
me resigno y espero,
sin temer que se apague mi estrellita de Fe...
Sabes bien que mi vida de cansancio se agota,
que mi sueño está trunco, que mi dicha está rota,
y jamas de mis labios ha salido un "por qué?...
Ni discuto tus leyes invariables, ni anhelo
desertar de la tierra y en el ansia de un vuelo
traspasar los arcanos y llegar a tu Edén;
pero, a solas me digo, meditando en mi suerte:
¡Debe ser muy callada la mansión de la muerte,
y en el seno del justo, debe estarse tan bien!..."
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