Salvador de Madariaga,   España, 1886


Ardiente corazón...

Ardiente corazón, alma serena,
fuego es la luz que en tus pupilas vibra;
pero en la luz el fuego se equilibra
y de radiante paz tu pecho llena.

De la amargura de tu larga pena,
por alquimia sutil tu alma se libra,
destilando en su más secreta fibra
la dulzura de amor que en tu voz suena.

Las lágrimas que viertes hacia dentro
riegan este rosal –rosas y espinas–
que florece en tu boca sonriente.

Todo lo que penetra hasta tu centro
lo elevas, transfiguras e iluminas,
alma serena, corazón ardiente.


 
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