Vicente Fernandez-Cortés Fonseca,   España


Aquella vez

Cuando esquivas mi cuerpo en tu presencia
porque no encuentra en él refugio el tuyo
suelo disimular, pero ya intuyo
la inevitable sombra de tu ausencia.

Ya no te pido ardor, concupiscencia,
ni el necesario amor, pues ya no incluyo
en mi esperanza el soplo de un arrullo
que le diera sentido a mi insistencia.

Pero –ya ves que no te oculto nada–
me acostumbré a tu piel la vez aquella
que hiciste entre tus brazos mi morada.

Y si un día, perdida en una estrella,
abrazas su universo enamorada
recuerda que una vez yo estuve en ella.


A mi padre, allá donde esté

¿Adónde has ido padre, desatento,
que no encuentro la senda de tu rastro?
Te persigo entre ruinas de alabastro
pero no siento el roce de tu aliento.

Dime siquiera a qué cielo opulento
fuiste a engrosar el fúnebre catastro
de lloradas ausencias, por qué arrastro
tu brutal abandono y mi lamento.

Si mi sueño infantil fue sosegado
en la perpetua paz a ti debida,
si exento de pesar y de pecado,

¿por qué, padre del alma, esta partida,
este vasto dolor en mi costado,
esta mortal condena y esta herida?


 
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