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Vicente Riva Palacio,   México, 1832 
  
La vejez
  
               
Mienten los que nos dicen que la vida 
Es la copa dorada y engañosa 
Que si de dulce néctar se rebosa 
Ponzoña de dolor guarda escondida.
  
Que es en la juventud senda florida 
Y en la vejez, pendiente que escabrosa 
Va recorriendo el alma congojosa, 
Sin fe, sin esperanza y desvalida.
  
¡Mienten! Si a la virtud sus homenajes 
el corazón rindió con sus querellas 
no contesta del tiempo a los ultrajes;
  
que tiene la vejez horas tan bellas 
como tiene la tarde sus celajes, 
como tiene la noche sus estrellas. 
  
A mi madre
  
¡Oh, cuán lejos están aquellos días 
en que cantando alegre y placentera, 
jugando con mi negra cabellera, 
en tu blando regazo me dormías!
  
¡Con qué grato embeleso recogías  
la balbuciente frase pasajera 
que, por ser de mis labios la primera, 
con maternal orgullo repetías!
  
Hoy que de la vejez con el quebranto 
mi barba se desata en blanco armiño, 
y contemplo la vida sin encanto,
  
el recordar tu celestial cariño, 
de mis cansados ojos brota el llanto, 
porque pensando en ti me siento niño. 
  
 
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