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Vicente Méndez Roque, Cuba
Mi soneto
Mi triste compañera, la Santa Poesía,
esa madrina trágica y terrible y funesta,
me ha enseñado hace tiempo las lágrimas que cuesta
el tener un instante de olvido y de alegría.
Llevado de la mano de la Melancolía,
he subido del mundo por la empinada cuesta,
mas siempre he caminado con mi oriflama enhiesta
aunque el triunfo se aleje y jamás me sonría.
Las espinas han sido siempre más que las rosas;
pero me han deslumbrado las auroras radiosas
y el traicionero encanto del lejano laurel.
Y al cabo, ¿qué me importan las envidias mezquinas?
¿No tuvo Jesucristo su corona de espinas
su amargo vía-crucis y su esponja con hiel?
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