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Vilma Vargas Robles, Costa Rica
Indefensos
Sin pretensión alguna
surge un trébol idiota
y sus cuatro hojas
y la vecindad
y el chiste de lo sagrado,
esa pregunta de los dioses
entre dos mortales indefensos,
atontados y mirándose
apostando la respuesta.
Jornada
Aquí quedó oscilando mi última furia.
Engullo cada mancha de la pared,
cada clavo.
Y me siento dueña de mi voz descolgándose,
palpo sus aristas y me quedo quieta,
absorbo su semilla y ya no se esparce.
Me tiendo sin una piedra o talismán.
Recorro el cuarto con los ojos abiertos:
no hay visiones,
sólo la noche que cae después del trabajo.
Mediodía
Duele el poema.
Hay una paloma abriendo el pecho.
El sol salta como una llama
hasta quedar en el pavimento.
No hay regreso. Prisa es la mañana.
El perro siguió la cadena de su amo.
Hecho polvo un hueso.
Se fue la paloma desnuda
sin ser mirada.
El calor se deshace en un charco de imágenes.
El papel va sudando.
Si me alejara
Si me alejara,
si encontrara el modo de partir
sin tocar tu inocencia,
saldría de mí,
pero en amores poco enamorados,
y sin llevarme conmigo ni un dedal.
Empezaría a vivir inadvertida,
sin nostalgia,
y muy lenta
me iría deshaciendo.
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