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Waldo Chávez Velasco, El Salvador, 1933
Naturaleza muerta
La noche me camina.
Un ciprés traza el límite
de un fantasma nocturno
y parece que todo se adormece en sí mismo.
¡Cuán raro este paisaje!
Busco entre los objetos la más pequeña llama,
un eco, un caracol … pero es en vano.
Quizás todos, a veces, nos sentimos extraños.
Y una tarde cualquiera, al mirar el contorno
de una natura abstracta suspiramos, temblamos;
y en la flor retorcida,
en la fruta intangible,
en todo lo insinuado, lo peor hacer,
lo vago, hallamos nuestro espacio.
Después, cuando la noche nos camina,
cuando nadie nos mira,
reconstruimos los seres de la tarde
y entramos, por un sueño, en el cuadro.
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