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Xosé de Enríquez, Uruguay
Testamento
Soy una huella dactilar que se esconde entre
pliegues aceitosos de ciertas especies
de sábanas hoteleras cómplices de adulterio
Soy una huella dactilar que recorre a la hora del alba
la escarcha delicada depositada sobre las losas
imprecisas y despreocupadas de los cementerios
Soy una huella dactilar esculpida eternamente
en la comisura jugosa de los labios infantiles
de una novia que se dejó morir de angustia
Soy una huella dactilar que está a punto de fenecer
Cayó una hoja suelta
Desde las alturas invisibles
Del destino ingrato
Fuego frío que abandona hogueras
Aire tibio perdido entre matas
Cayó una hoja suelta
Sobre el lecho triste del río
Tranquilidad de mentira
Ecos lejanos de pueblos viejos
¡Fue la vida y punto!
Cantos austeros entre el follaje
Pájaros ciertos en último vuelo
Ahora vendrán los recuerdos
Siempre a punto, ¡caramba!
En aquella ciudad
Caballos despiertos en empedrados sudorosos
Mientras saltan las primeras horas del crepúsculo
En la calle animada se pierden las voces familiares
Una fina agua urbana remoja los pasos lentos
Aquél conocido que fue destello rápido
Otra imagen vista recorta un perfil veloz
Aliento condensado, Miradas cautivas
El olor del aceite hirviendo danza en las veredas
Y ya no quedan el saludo ni la voz apagándose
Papeles nerviosos para que empuje la brisa
O besos colgados de un pasamano grasiento
Tampoco el taconeo cómplice, Ruidos lejanos
Ni siquiera la señal de una radio confusa
Solo el húmedo abrazo de la noche llegando
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