Zoraida Armengol,   Cuba, 1965


Amistad

Es una de las palabras más bonitas
y de los sentimientos más sentidos.
Obedece y atiende a ningún partido
y convierte en risas todas las cuitas.

La amistad no sabe ser egoísta;
no es del presente, ni del pasado ido.
En lo transcendental puro hace nido
y es incondicional mientras exista.

Es perdonar, tratando de comprender.
Es poder confiar creando una hermandad.
Es respetar y aceptar al otro como es.

Es no criticar, admirar y ceder.
Estar en la alegría y la adversidad.
Es seguir fiel, aunque el mundo ande al revés.


Manteniéndome firme

Para que no se enojen
las musas de las avenidas,
escribo en mis tiempos libres;
para mantenerme viva.

Para que no se aleje
el salitre con alas vistiendo,
escribo sobre el hermoso encanto;
para seguir existiendo.

Para que no se arrepientan
las luces tenues encendidas,
escribo cuando nadie sabe;
para continuar de pie, erguida.

Para que no se espanten
el ir y venir del quehacer,
escribo con más ganas de antes;
para vivir un poco más que ayer.

Para que ambas a mí acudan,
las lágrimas y la maravilla,
escribo en fracciones de segundos;
para saberme realmente viva.


Pura noche

La noche estaba desnuda
de los toques de campanas,
de calor y brillo de luna,
de los trinos en las ramas.

La noche estaba sin ropa,
desvestida de caricias,
sin olores a amapolas,
sin estrellas de visita.

La quieta noche, no era noche,
tú la hiciste con tus manos;
hubo chispas de otro orden
y sonido de acantilados.

Se hizo todo el tiempo noche,
ni ayer, ni mañana en los dedos,
al mi cuerpo ser horizonte
y tus labios un velero.

La noche se vistió de gala
antes de partir e irse lejos;
me trajiste la luna alada
envuelta en deseos y besos.


 
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