Zoraida Díaz,   Panamá, 1881


Naturaleza

Un acre olor a selva requemada
se desprende del vientre de la sierra,
y acá, en la falda, mírase la tierra
húmeda y removida por la azada.

La simiente en los surcos arrojada
quiere romper la cárcel do se encierra
y a despuntar en su ambición se aferra
cansada de vi vir aprisionada.

Poco tiempo después, cruzando el llano,
torno a mirar la sierra, pero en vano
mi loco afán en el confín se pierde;

que al detener ansioso la mirada,
en vez de aquella selva requemada
miro como una mar oscura y verde.


Fantasía

Cuando me da la pena su punzada
y el corazón reboza de amargura,
me perece que el alma en su tortura
se va… por los espacios, desolada.

Entonces, como el pájaro perdido
en la región que el gran misterio esconde,
mi pensamiento, sin saber a dónde,
vuela… detrás del alma que se ha ido.

Y al volver a encontrarse es tal el gozo,
tan grata la emoción y el alborozo,
que olvidan su dolor y su honda pena,

y con flores de amor y de ternura,
en el misterio de la noche oscura
tejen una simbólica cadena.


Ayer y hoy

Ayer mi corazón con broche de oro
guardó en su fondo, como en urna santa,
la Fe, que todo en derredor lo encanta,
como preciado y celestial tesoro.

También allí guardó, con puro anhelo,
la Esperanza, evangélica y sagrada
que cual faro de luz en la jornada
alumbrase mi senda en este suelo.

Hoy, ya cayó sobre el rosal florido
y marchitó la luz de mi esperanza
el alevoso soplo del olvido.

Y rompiendo del broche la dureza
el blanco lirio de mi Fe sagrada
tronchó también su insólita fiereza.


 
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